viernes, 13 de septiembre de 2013

ENTREVISTA BAUTISMAL CON ASTIBERRI

Nadar

El lento compás de una larga canción
Nadar, alias del castellonense Pep Domingo del Calvario, ha sido capaz de meterse 400 páginas entre pecho y espalda para realizar su primera obra larga y a todas luces salir victorioso: Papel estrujado ha recibido ya los parabienes de autores como Alfonso Zapico, Premio Nacional del Cómic 2012, o Santiago García, autor del ensayo de referencia sobre el medio, La novela gráfica, a quien le ha parecido “una de las novelas gráficas de debut más impresionantes que he leído en los últimos años”. Nadar cuenta aquí algunas de las raíces del proceso creativo realizado, de las claves de su trabajo y de sus influencias creativas.
imagen noticia
ENTREVISTA:JAVIER ZALBIDEGOITIA
Las primeras páginas de Papel estrujado datan de mediados de 2011, y pasarán dos años hasta la entrega del material definitivo listo para maquetarlo y entrar a imprenta. ¿En qué momento y cómo te planteas ponerte “en serio” con Papel estrujado? Básicamente cuando me dieron la beca Alhóndiga. Durante años nunca he tenido tiempo de ponerme con un trabajo en concreto, ya sea por dispersión personal o por falta de tiempo real. Mi vida no es que haya sido muy “artística” que se diga. He escrito centenares de historias, de pequeñas escenas, de retazos de ficción sin ninguna pretensión que han quedado olvidados. Supongo que me estaba buscando como autor y no era capaz de concretar todavía (a pesar de que muchos colegas opinaban lo contrario, por supuesto). Lo más gracioso es que cuando preparé el dossier para la beca, en ningún momento se me pasó por la cabeza poder ganarla. Puede sonar muy típico, pero teniendo en cuenta la línea que hasta entonces habían seguido los becarios (Tanit, Romero, Ortiz...) me parecía imposible que un estilo como el mío pudiera encajar. Felizmente me equivoqué y, tras el primer momento de euforia, vino el momento de afrontarme a una historia que jamás pensé que tendría que realizar. 
¿De dónde surge el guión? ¿Es una idea que arranca años atrás y que has ido desarrollando con el tiempo o tal vez fue cuando supiste que te ponías definitivamente manos a la obra con el proyecto cuando poco a poco fueron encajando las piezas del puzzle? Un poco de las dos cosas. Muchas de mis ideas están en el tintero, otras las desarrollo durante la marcha. Grosso modo, el guión ya estaba bastante cerrado cuando presenté el proyecto. En este sentido, no soy una persona que me guste dejar las cosas en el aire. Por una parte, tuve que trabajar mucho el guión una vez en marcha. Cada personaje te exige unas cosas que solo cuando has trabajado con ellos aparecen y se hacen evidentes. Por otra parte, cuando tuve que ponerme a realizar el guión, me di cuenta por primera vez de la terrible complejidad de lo que –con inigualable inocencia– había planteado. La idea de la historia era muy básica, no obstante el desarrollo era largo, con muchas escenas y personajes, por lo que tendría que poner toda la pericia en contar cosas veladamente. La estructura puede llegar a ser tu mayor aliado en este tipo de casos. Así fue como empecé el puzzle. 
¿En algún momento te asaltó la duda con el proyecto en el sentido de que podría resultar una temeridad meterse en la empresa de realizar una primera obra tan larga, que se ha alargado hasta las 400 páginas? Por supuesto. Esa idea ha sido una constante en todo el proceso. Y si a eso le sumamos el miedo atávico del autor novel, ¡tenemos un ataque de ansiedad! No, el problema es que una historia es como una canción. Una vez has establecido el compás y el tempo, es difícil salirse sin que quede forzado, y depende de cómo, puede resultar terrible. Yo establecí un compás lento desde el principio, distendido y horizontal, una cadencia que me permitiera expresar detalles y regodearme con el ritmo (algo que adoro). Para cuando quise darme cuenta todo se había ido de madre y ya no podía volver atrás, debía seguir con mi canción hasta el final. 
¿Qué importancia tuvo en el desarrollo de la obra tu permanencia en la Maison des Auteurs de la localidad francesa de Angoulême tras ganar la beca concedida por AlhóndigaKómik, de Bilbao, desgraciadamente desaparecida, parece que de manera definitiva tras el cambio de dirección en la gestión? Probablemente no tenga palabras para expresarlo. No es solo la oportunidad de realizar un proyecto a tiempo completo (yo venía de trabajar cuarenta horas en la librería, de lunes a sábado), sino el soplo de confianza que te inspira como creador. A estas alturas, Papel Estrujado ya estaría en un cajón (junto con las demás) criando polvo si no fuera por la beca. Al suprimirla, creo que no han reparado en lo que representaba. Creo que es un grave error y una falta total de perspectiva. 
“LAS PALABRAS SON IMÁGENES Y LAS IMÁGENES SON PALABRAS”
Detrás de Papel estrujado hay un narrador nato, con facilidad para el diálogo, el desarrollo de personajes, el montaje... ¿El hecho de hacerlo con texto e imagen combinadas y no directamente ponerte a escribir una novela, por ejemplo, viene de una necesitad vital, creativa, de desarrollar un relato de una manera donde la imagen es al menos tan importante como la palabra? Durante años y años, he tonteado con la literatura. Durante mucho tiempo no he sabido cuál era mi lugar exactamente. Las ideas para novelas se solapaban con las ideas para comic constantemente. Mi identidad siempre ha sido híbrida. Las imágenes son palabras y las palabras son imágenes. Es una unión indisoluble e ineludible desde mi punto de vista. 
El montaje es muy importante en Papel estrujado... El montaje es lo que justifica la historia. No es que me agrade en exceso esta idea, pero es la verdad. Son muchas noches en vela para hacer que todos esos cauces confluyeran como yo quería. 
¿Qué buscabas con una imagen de portada tan sugerente como la que te has marcado? Siempre me han gustado las cosas anecdóticas, o mejor dicho, lo que subyace en los marcos de la historia, en su retaguardia. Creo que una historia está incompleta sin esas pequeñas lógicas que sugieren, que se articulan como un telón de fondo y que aparecen de vez en cuando. Son estos símbolos los que le confieren complejidad al contenido, perturban la aburrida linealidad y abren sorprendentes puertas laterales. El piano es un símbolo. Aparece en un sueño recurrente, representa de alguna manera la caída de los personajes, preludia un final tormentoso o el talento frustrado de Javi. Quizá no sea algo que trascienda en la historia, o que sea un capricho poético desmedido, pero me pareció legítimo otorgarle el primer plano a algo que, por lo general, está oculto. 
Eres también de los dibujantes que cada vez cuidan más el concepto completo de obra, no sólo las páginas de cómic en sí, sino también las portadillas separadoras de capítulo, la tipografía elegida..., de los que entienden el cómic como un todo. Desde que el cómic (por suerte o desgracia) abandonó los kioscos y se empezó a codear con la literatura, pasó del fragmento a la globalidad. De la tira a la revista, y después al volumen. Los espacios y las plataformas también han cambiado radicalmente, junto con el público y el autor/a. Es algo que, tarde o temprano, todos y todas hemos de asumir. Al principio puede resultar algo complejo (no hay que olvidar el peso de la herencia cultural), pero después ves que las posibilidades son increíbles. Conceptualizar la obra como una sola entidad te permite transmitir multitud de sensaciones. También es mucho más bonita, por supuesto. 
¿Tienes algún autor o autores de cabecera como referencia narrativa o gráfica? ¿Percibes en ese eventual caso algún tipo de influencia en tu trabajo? Llevo leyendo cómics desde siempre. Mi padre fue en su momento un ávido y generoso lector, y amasó una nada desdeñable colección (lo mismo pasaba con los libros y los discos, pero eso es otra historia). Después yo fui incluyendo a esa base más “clásica” las influencias propias de mi época. Lo que quiero decir es que en mi vida han confluido un sinfín de influencias dispares, por no hablar de las del cine u otros medios narrativo-visuales que también imprimen su sello característico. Quizás he sido excesivamente sensible a las influencias durante mucho tiempo, por lo que me cuesta enumerar algunas que sean muy definitorias. Desde pequeño soy un voraz lector de manga, y creo que me ha marcado sobre todo en lo que al ritmo se refiere. He leído mucho cómic independiente americano, sin olvidar las bases europeas o la nouvelle bande desinée francesa que tantos seguidores predilectos ha cosechado entre la gente de mi generación (pero que ahora me aburre). Lo único que nunca me ha llamado la atención son los superhéroes, es cierto (¡tendré que pillar por banda a David Rubín para que me inicie!), pero igualmente he leído los cásicos con gran gozo. Suelo decir que uno de los autores que más me ha marcado es David Mazzuchelli (que, irónicamente, empezó su carrera como exitoso dibujante de SH). La adaptación que hizo junto con Paul Karasik de City of Glass estuvo en mi mesita de noche mucho tiempo.
Autores y teóricos de cómic tan contrastados como Alfonso Zapico o Santiago García, que habla de Papel estrujado como “una de las novelas gráficas de debut más impresionantes que he leído en los últimos años”, han valorado muy positivamente tu obra. ¿Qué cara se le queda a uno al leer apuntes de voces de semejante enjundia? Todavía tengo la boca abierta y seca.